La composición de nuestra sociedad ha cambiado considerablemente en las últimas décadas. La diversidad de origen es notoria en las calles, entornos sociales o centros educativos, entre otros.
En esta metamorfosis social los cambios han sido múltiples, pero el más evidente es la proliferación de nuevas familias procedentes de otros países. Si la segunda mitad del s. XX se caracterizó por una fuerte inmigración de personas procedentes de Andalucía, Extremadura y, en menor medida, de otras regiones del estado, en el s. XXI el origen de esa comunidad inmigrante ha pasado a ser de otros países, sobre todo de Sudamérica y África. El fenómeno no ha terminado y, aunque en cierta medida se ha ralentizado, será una constante estable en el futuro.
Según estudios sociológicos, junto a esta realidad la tasa de natalidad va a crecer muy poco en los próximos años, con la característica de que casi el 40% de los nacimientos hasta el año 2036 se darán en el seno de familias de origen inmigrante.
Acoger a estas nuevas familias ha sido un valor arraigado en la comunidad euskaldun, pero cada vez más la realidad social nos obliga a pensar cómo mejorar esa acogida. En este sentido la convivencia será fundamental, y requerirá la disposición de todos y todas para acercarnos, darles a conocer nuestra cultura y nuestra lengua, influir en la motivación hacia el euskera, animarles a utilizarla, ofrecer herramientas… y a la vez, reconocer su lengua y subrayar la importancia de transmitirla a sus hijos e hijas.
Para ello tenemos que trabajar desde nuestras familias, grupos e instituciones, porque cada vez es más evidente que el futuro de la comunidad euskaldun pasa también por la integración en ella de estas nuevas familias que son parte ya de la realidad de Navarra.
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