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euskera y familia
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Complicidad, euskera y familia

La complicidad se puede definir  de diferentes maneras. Podemos decir que es la cualidad de quien manifiesta o siente solidaridad o camaradería por otra persona. Se trata, claro está, de un matiz de la unión entre dos personas que implica un profundo conocimiento del otro, de sus necesidades, de sus gustos, de sus puntos débiles y de sus fortalezas. ¿Y al hablar del euskera y familia, se puede incluir también la complicidad?  Al pensar en la relación con nuestras hijas e hijos,  es practicamente imposible dejar de lado sus necesidades, gustos, puntos débiles…

¿Pero, y si el padre y/o la madre no sabe euskera o sabe solo un poco?

ERA.EUS ha formulado esa misma pregunta a la profesora de la UPNA Paula Kasares: “Complicidad, euskera y familia. Si no sé euskera, ¿es posible?”

Sí, yo creo que puede ser, depende de cómo veamos el euskera, del lugar que le queramos hacer en la convivencia lingüística familiar y, especialmente, de la relación que tenemos con nuestras hijas e hijos. Pienso en madres y padres que no saben euskera pero quieren que sus hijos tengan una relación cercana estrecha con esta lengua y que la hablen desde pequeños.

Al escoger el Modelo D, aquellas familias donde hasta entonces no se hablaba euskera, descubren que éste pasa a ser parte de la vida diaria del niño o de la niña. Por eso, es muy interesante que padres y madres lo vean como “algo a compartir con la criatura” y no como “algo con lo que no tienen nada que ver, o que no tienen en común”.

Paula recalca, además, que cada madre y cada padre conoce mejor que nadie a su hija o hijo y sabe lo que le gusta y lo que le emociona. Así, les resultará sencillo descubrir cómo hacer del euskera un elemento de complicidad. Por ejemplo:

Porque hay una canción que nos gusta a los dos, porque hemos ido juntos a ver un espectáculo de payasos, porque me enseña todos los días una palabra en euskera para que la diga cuando lo dejo en la ikastola o en el cole, porque le digo todas las noches “maite zaitut” antes de que se duerma, o porque cuando está inquieta o nerviosa le doy un abrazo y le digo “lasai”; o porque la amatxi se emociona cuando oye que habla euskera también.

Por lo tanto, sepa o no euskera la madre y/o el padre, es posible convertirlo en un lazo de complicidad con las hijas e hijos.

Paula Kasares es Graduada en Filología Vasca y Antropología, doctora en Sociolingüística y profesora del Departamento de Ciencias Humanas y de la Educación de la UPNA. Investigadora en los ámbitos de la socialización lingüística de los niños y las niñas y en la política lingüística de las familias. Autora de tres libros y varios artículos científicos.

© ERA

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